La villa de Carcedo de Burgos se funda en la paramera que separa las cuencas del río Arlanza y del río Ausín, a finales del siglo IX o principios del X cuando la construcción del castillo y de la ciudad de Burgos permitió asentamientos firmes y colonias de foramontanos se desparramaron por la orilla izquierda del río Arlanzón. A media legua de Carcedo, en un vallejo abrigado, se estableció muy pronto, antes de acabar el siglo IX, el monasterio de San Pedro de Cardeña, que muy pronto se convertirá en el centro más importante de fe, cultura y patriotismo de la Castilla condal. La historia de Carcedo quedará muy pronto influida por esta vecindad y en la documentación de Cardeña así se verifica.

Carcedo, por inmediata vecindad a Burgos y a Cardeña, queda inmerso por la geografía, por la política y por el más estricto populismo en la Castilla más profunda. Su vida ha transcurrido durante más de un milenio bajo el signo laborioso y bucólico de la agricultura y de la explotación familiar y comunal de la ganadería ovina que es la que se adapta al suelo y cielo, poblados de bonanzas y de asperezas climáticas. La villa fue siempre consciente de lo que la encina, su árbol autóctono, significaba para ella. Existen multitud de pleitos, sobre todo con la poderosa abadía vecina, sobre jurisdicción, explotación y aprovechamiento del encinar que, incluso había dado nombre al pueblo (Quercus=Carcedo=lugar de encinas).